'QUE SE VAYAN TODOS'.
Por Héctor Vega
* Director de Fortin Mapocho.com
18/05/2011
El 30 de julio de 1989 la Concertación y la Alianza plebiscitaron un proyecto de Constitución que consagró el sistema binominal de elecciones, que permitiría, fuere cual fuere la coalición en el poder, gobernar sin que una coma de las instituciones aprobadas fuere cambiada y como corolario decidieron compartir el poder en sucesivos períodos presidenciales. De hecho, en lo básico ni los cuatro gobiernos de la Concertación en 20 años ni el que inició Piñera el 2010, significaron cambios traumáticos para ambas coaliciones que eligieron recorrer un camino común hace dos décadas.
En la hora de los balances las carencias de la ciudadanía demuestran el daño social y cultural que puede hacer la lógica mercantil cuando se erige como fórmula de gobierno. Ese fue el elemento central que inspiró a la Concertación y a la Alianza –fórmula dual de gobierno del cual no podían esperarse cambios desde su interior. Peor aún, el centro izquierda en la Concertación siempre estuvo consciente que la “democracia de los acuerdos” significó echar por la borda el programa de izquierda que la Asamblea de la Civilidad [abril 1986] – ¿quien la recuerda? – presentó al país en los años ‘80. Es más, todos los dirigentes que participaron en la emblemática primera masiva concentración contra la dictadura en Santiago el 4 de septiembre de 1983 en Avenida General Velásquez, fueron excluidos de su dirigencia. ¿Su pecado? Trabajar en la incorporación del pueblo en un programa que debía ser discutido en las bases. Por ello, fue posible escamotear las m℮tas políticas y sociales que se propusieron al pueblo desde la Asamblea de la Civilidad. Ello explica que ninguna de las promesas que allí se hicieron en el terreno político constitucional, laboral, educacional en fin social vio la luz.
Lo que vino después señala la magnitud de la gran traición de la izquierda renovada y oficial. La minería privada de las grandes compañías extranjeras del cobre representaba a comienzo de los años ‘90 30% y CODELCO 70%. Diez años más tarde por obra de los gobiernos de la Concertación la proporción se invertía y lo que era peor se promulgaba un régimen de impuestos de favor que se consolidó con un royalty que no pasó de ser un impuesto específico ridículo en su magnitud y frustrante en sus alcances tributarios [mayo 2005]. A la desnacionalización del cobre, nuestra primera riqueza nacional, siguieron toda suerte de privatizaciones: agua, salud, educación, energía, transportes, rutas, puertos, aeropuertos…El estado dimitió de sus funciones, entregó la función planificadora y orientadora de la economía a los impulsos del mercado, permitió la concentración del poder económico más extrema de la historia económica de Chile. Lo cual no impidió que se creara un Tribunal de Defensa de la Libre Competencia [2003] sin reales atribuciones. Por ausencia de regulaciones efectivas se reprodujeron escandalosas conductas monopólicas, abusos, entre muchos otros, por la colusión de las tres cadenas de farmacias que controlan la salud de la población.
Veinte años son suficientes para entender que la izquierda en Chile carece de ideas y de voluntad. Lo demuestran las grandes manifestaciones de los últimos días y el acople a los movimientos sociales de una izquierda oficial sin rumbos. La ciudadanía entendió que más del 72% de la energía –elemento vital para la vida y el desarrollo– está en manos de Endesa y Colbún. Ambas empresas, dueñas del proyecto Hidroaysén, dictan la política y la matriz energética que conviene a Chile porque el gobierno carece de política energética. Es más, los dueños de Hidroaysén ya comienzan a negociar el tendido porque están seguros que el proyecto se aprobará. Resulta patético el espectáculo de un ex presidente de la república, declarado socialista y PPD, que ante el repudio popular vuelve sobre sus pasos y ya no es partidario del mismo proyecto que impulsó bajo su gobierno.
La ciudadanía entendió la lección que nos dejó la coalición gobernante –Alianza-Concertación– en estas últimas dos décadas. La LEGE traicionó el movimiento ciudadano de los pingüinos [2006], fraude político que impidió los avances trascendentales buscados por los estudiantes. Los desastres ecológicos testimonian hitos conocidos por la ciudadanía Pascua Lama, Ventanas, Tocopilla, Isla Riesco, la Alta Cordillera con los proyectos cupríferos. Agreguemos la discriminación en las viviendas y esencialmente en la incapacidad de este gobierno dual en encarar una emergencia como el maremoto del 27 de febrero. Cuando se dejó el problema en manos de los privados aparecieron los primeros síntomas de la especulación. Lo mismo que se mostró en Magallanes con el precio del gas y que la ciudadanía denunció y repelió.
Hoy como una constatación del fracaso de la clase política, las manifestaciones del movimiento ciudadano recorren las principales ciudades de España, Holanda, Francia, Bélgica, Italia; en Chile su significado es claro: señalar taxativamente la Agenda política constitucional que el pueblo exige.
Agenda que si interpretamos correctamente nos lleva a echar los cimientos de una cultura de izquierda. No creo en declaraciones de principios, no porque excluya la teoría social sino porque su cabal interpretación nos lleva a construirla desde el universo social, entendiendo su lógica a través de los actores sociales que surgen, de los problemas en que se encuentra inmersa la población, del sentido de las nuevas instituciones políticas, sociales, económicas y su formalidad jurídica.
Concluyo, explicitando las aspiraciones que hoy la ciudadanía expresa en la calle:
Uno, por el ejercicio de la soberanía: convocatoria a plebiscito para que la ciudadanía se exprese en el proyecto Hidroaysén;
Dos, por el plebiscito para todos aquellos proyectos donde está en juego la salud y los recursos naturales [agua, energía, minerales] que según la Constitución pertenecen al Estado de Chile.
Tres, por la iniciativa popular de leyes con la firma de 5% de los ciudadanos con derecho a voto.
Y por último, como ya lo dijeron el 15M en la Plaza del Sol 'que decida la gente'... en una Asamblea Constituyente.
Si somos capaces de dar contenido político a estas aspiraciones que hoy circulan en todos los ámbitos del quehacer nacional habremos dado un gran paso adelante en la democratización de Chile.
En la hora de los balances las carencias de la ciudadanía demuestran el daño social y cultural que puede hacer la lógica mercantil cuando se erige como fórmula de gobierno. Ese fue el elemento central que inspiró a la Concertación y a la Alianza –fórmula dual de gobierno del cual no podían esperarse cambios desde su interior. Peor aún, el centro izquierda en la Concertación siempre estuvo consciente que la “democracia de los acuerdos” significó echar por la borda el programa de izquierda que la Asamblea de la Civilidad [abril 1986] – ¿quien la recuerda? – presentó al país en los años ‘80. Es más, todos los dirigentes que participaron en la emblemática primera masiva concentración contra la dictadura en Santiago el 4 de septiembre de 1983 en Avenida General Velásquez, fueron excluidos de su dirigencia. ¿Su pecado? Trabajar en la incorporación del pueblo en un programa que debía ser discutido en las bases. Por ello, fue posible escamotear las m℮tas políticas y sociales que se propusieron al pueblo desde la Asamblea de la Civilidad. Ello explica que ninguna de las promesas que allí se hicieron en el terreno político constitucional, laboral, educacional en fin social vio la luz.
Lo que vino después señala la magnitud de la gran traición de la izquierda renovada y oficial. La minería privada de las grandes compañías extranjeras del cobre representaba a comienzo de los años ‘90 30% y CODELCO 70%. Diez años más tarde por obra de los gobiernos de la Concertación la proporción se invertía y lo que era peor se promulgaba un régimen de impuestos de favor que se consolidó con un royalty que no pasó de ser un impuesto específico ridículo en su magnitud y frustrante en sus alcances tributarios [mayo 2005]. A la desnacionalización del cobre, nuestra primera riqueza nacional, siguieron toda suerte de privatizaciones: agua, salud, educación, energía, transportes, rutas, puertos, aeropuertos…El estado dimitió de sus funciones, entregó la función planificadora y orientadora de la economía a los impulsos del mercado, permitió la concentración del poder económico más extrema de la historia económica de Chile. Lo cual no impidió que se creara un Tribunal de Defensa de la Libre Competencia [2003] sin reales atribuciones. Por ausencia de regulaciones efectivas se reprodujeron escandalosas conductas monopólicas, abusos, entre muchos otros, por la colusión de las tres cadenas de farmacias que controlan la salud de la población.
Veinte años son suficientes para entender que la izquierda en Chile carece de ideas y de voluntad. Lo demuestran las grandes manifestaciones de los últimos días y el acople a los movimientos sociales de una izquierda oficial sin rumbos. La ciudadanía entendió que más del 72% de la energía –elemento vital para la vida y el desarrollo– está en manos de Endesa y Colbún. Ambas empresas, dueñas del proyecto Hidroaysén, dictan la política y la matriz energética que conviene a Chile porque el gobierno carece de política energética. Es más, los dueños de Hidroaysén ya comienzan a negociar el tendido porque están seguros que el proyecto se aprobará. Resulta patético el espectáculo de un ex presidente de la república, declarado socialista y PPD, que ante el repudio popular vuelve sobre sus pasos y ya no es partidario del mismo proyecto que impulsó bajo su gobierno.
La ciudadanía entendió la lección que nos dejó la coalición gobernante –Alianza-Concertación– en estas últimas dos décadas. La LEGE traicionó el movimiento ciudadano de los pingüinos [2006], fraude político que impidió los avances trascendentales buscados por los estudiantes. Los desastres ecológicos testimonian hitos conocidos por la ciudadanía Pascua Lama, Ventanas, Tocopilla, Isla Riesco, la Alta Cordillera con los proyectos cupríferos. Agreguemos la discriminación en las viviendas y esencialmente en la incapacidad de este gobierno dual en encarar una emergencia como el maremoto del 27 de febrero. Cuando se dejó el problema en manos de los privados aparecieron los primeros síntomas de la especulación. Lo mismo que se mostró en Magallanes con el precio del gas y que la ciudadanía denunció y repelió.
Hoy como una constatación del fracaso de la clase política, las manifestaciones del movimiento ciudadano recorren las principales ciudades de España, Holanda, Francia, Bélgica, Italia; en Chile su significado es claro: señalar taxativamente la Agenda política constitucional que el pueblo exige.
Agenda que si interpretamos correctamente nos lleva a echar los cimientos de una cultura de izquierda. No creo en declaraciones de principios, no porque excluya la teoría social sino porque su cabal interpretación nos lleva a construirla desde el universo social, entendiendo su lógica a través de los actores sociales que surgen, de los problemas en que se encuentra inmersa la población, del sentido de las nuevas instituciones políticas, sociales, económicas y su formalidad jurídica.
Concluyo, explicitando las aspiraciones que hoy la ciudadanía expresa en la calle:
Uno, por el ejercicio de la soberanía: convocatoria a plebiscito para que la ciudadanía se exprese en el proyecto Hidroaysén;
Dos, por el plebiscito para todos aquellos proyectos donde está en juego la salud y los recursos naturales [agua, energía, minerales] que según la Constitución pertenecen al Estado de Chile.
Tres, por la iniciativa popular de leyes con la firma de 5% de los ciudadanos con derecho a voto.
Y por último, como ya lo dijeron el 15M en la Plaza del Sol 'que decida la gente'... en una Asamblea Constituyente.
Si somos capaces de dar contenido político a estas aspiraciones que hoy circulan en todos los ámbitos del quehacer nacional habremos dado un gran paso adelante en la democratización de Chile.
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